EL ECUMENISMO CATOLICO
- DESDE EL VATICANO I HASTA EL VATICANO II
1.1. El concilio Vaticano I
(1896-1870). El siglo XIX, en general fue poco propicio a una acción ecuménica que venga desde Roma. El clima del Liberalismo antipapal y la indiferencia religiosa, impedían el diálogo intereclesial.
La oportunidad del concilio Vaticano I, Al menos muchos prelados lo vieron así, y Pio IX papa de ese entonces se hizo eco de estas propuestas.
En efecto, el Pontífice quiso que en las reuniones conciliares participaran representantes ortodoxos y protestantes, y para ello envío sendas cartas de invitación. Cabe anotar que, en el caso de las iglesias orientales se dirigía a sus obispos, mientras que con los protestantes se reportó a sus dirigentes laicos.
La carta dirigida a los orientales del 8 de septiembre de 1869 contenía:
- Es responsabilidad del sucesor de Pedro extender sus cuidados a todos los rescatados por Cristo.
- Las iglesias Orientales gozan de un aprecio especial.
- Se pretende establecer la unidad como es Lyon y Francia.
La comunicación a todos los protestantes y a otros no católicos se hizo el 13 de Septiembre de 1868 sus contenidos fueron:
- Los no católicos deben examinar sus propios caminos.
- La iglesia fundad por Cristo es indefectible.
- Las comunidades separadas de Roma no constituyen la Iglesia que Cristo ha fundado.
- El Concilio debe ser considerado como ocasión de unidad.
- La oración deberá ayudar a la unidad.
- Es obligación del Papa procurar el retorno.
Ambas cartas fueron mal acogidas: los orientales rechazaron la invitación o guardaron silencio, los protestantes manifestaron incomprensión y hasta hostilidad. Sólo algunos anglicanos la acogieron con beneplácito.
Nos preguntamos por qué fallo la iglesia Romana
1.2. Pontificado de León XIII
(1878-1903). Con la llegada de León XIII al Pontificado se inicia un nuevo y fecundo periodo en la Iglesia. En lo ecuménico, para lograr un entendimiento positivo con las demás Iglesias elaboró más de 30 documentos.
El método de León XIII consiste en:
- No se limitó a las llamadas paternales a los disidentes.
- Creía que las autoridades eclesiásticas debían actuar positivamente, es decir, preparar el camino para la avenencia.
- Aprecio por las riquezas cristianas guardadas por los hermanos separados.
- La decisión de Tolerar, y hasta de estimular positivamente sus ritos y costumbres particulares.
- A más de los medios sobrenaturales (oración) creyó en los medios humanos encaminados a hacer avanzar la solución del problema.
Con la finalidad de organizar la inmensa documentación que este Papa tiene al respecto, estableceremos los tres apartados siguientes:
- Exposiciones doctrinales
- León XIII y las Iglesias de Oriente
- León XIII y el Anglicanismo
1.2.1. Exposiciones doctrinales sobre la unidad de la Iglesia.
Aquí agrupamos la carta apostólica “Preclara Gratulationis (1894) y la encíclica” “Satis Cognitum” (1896). En esta última, hace una exposición dogmática referente a la unidad. Se destacan tres aspectos:
- a.Las exigencias que impone la unidad a los que han de volver no vienen de los hombres, sino de Dios; si Dios exige, Dios también ayuda.
- b.Todo el problema está en conocer la “fundación” de Cristo. Por voluntad de Cristo la Iglesia está establecida sobre Pedro.
- c.Las relaciones entre los Obispos y el Papa: Los Obispos son sucesores de los apóstoles, con su autoridad propia dentro de su rebaño pero en subordinación al Papa: ellos pierden la autoridad desde el momento que se separan del Príncipe de los Apóstoles.
1.2.2. León XIII y las Iglesias de Oriente
Se trata de la puesta en práctica de los principios formulados en la Carta Praeclara Gratulationis y en la Encíclica Satis Cognitum.
Desde el año 1880, León XIII manifiesta su amor por las Iglesias de Oriente, a través de documentos pontificios. En ellos se recuerda lo que los Papas hicieron en el pasado para el bien de los pueblos esclavos, y los santos que evangelizaron esas tierras con la venia de Roma.
Es muy importante una alocución que les dirige en ese mismo año, con motivo de la concesión del Cardenalato a un Patriarca Católico oriental, Antonio Hassum.
Hay que notar que el Cardenalato en Oriente estuvo ausente desde el siglo XV. Veamos el texto que había dirigido:
“El recuerdo de la muy antigua gloria de oriente y la celebridad de sus servicios en bien de la humanidad, nos conmueve. En efecto, oriente es la cuna de la salvación del género humano, de allí proviene la sabiduría cristiana y desde allí se ha derramado…
Cabe esperar que los pueblos de Oriente, separados durante largo tiempo del seno de la Iglesia Romana, se reconcilien un día con ella si Dios quiere”
(En José Sánchez Vaquero, Op. Cit. P. 68-69)
En 1888 dirige a los Obispos Católicos de Armenia la Carta Paterna Caritas, donde aparece algo muy importante en cuanto al método para el Ecumenismo:
“Deseamos que a través de vosotros vuelvan a nos los disidentes, porque, lejos de avergonzarse de ello, es sumamente necesario conducir a la casa paterna de los hijos que están alejados de ella y en la que son esperados hace tiempo, incluso es necesario salir a su encuentro para abrazarlos a su regreso”
(Op. Cit., p. 69)
Podéis ver como este Papa asume actitudes auténticamente cristianas en la cuestión del Ecumenismo. Cree que es necesario el “Salir al encuentro” del Padre hacia el hijo prodigo. Ha cambiado la fórmula del Vaticano I; no se trata de regañar o imponer cosas al disidente sino buscarlo con amor cristiano.
Además de esto, ensayó la senda del Monaquismo. Es decir, conmino a los Benedictos para que intervengan directa o indirectamente en la reunificación de la cristiandad; sabiendo que Oriente aún guarda gran respeto y admiración por esta parte del Catolicismo.
De esta y muchas otras formas, el Romano Pontífice intentó la unión con Oriente, y los resultados no se hicieron esperar. Por el año 1895 -1896 en Oriente habían resurgido las comunidades cristianas católicas, y su número crecía a ritmo acelerado. Esto preocupo a los ortodoxos. Antimo VII, patriarca de Constantinopla publicó una encíclica Patriarcal motivada por el aumento de católico, donde reanudaba las antiguas quejas de Oriente a Roma. Quizá esta haya sido la causa para que fracasaran las buenas intenciones de León XIII.
Pero el Papa no perdió las esperanzas de ver unido al pueblo de Dios. Para ello, formó una comisión permanente de Cardenales (1895) que se dedicarán al estudio permanente de estas cuestiones.
En adelante, motivado por los buenos resultados unionísticos que lograra con los Coptos en 1895, no se detuvo en pedir a Dios y a los hombres la unidad eclesial. En 1901, al final de su vida, todavía manifestaba el respeto y aprecio que tenía por los ritos orientales y por las venerables tradiciones de la Iglesia de Oriente, en las que los mismos occidentales se habían inspirado muchas veces.
1.2.3. León XIII y el Anglicismo
A la llegada de León XIII al Pontificado, en Inglaterra había una corriente catolizante que provenía de la Universidad de Oxford. Pero también el Papa favoreció estos intentos con la elevación al Cardenalato al converso Newman, en 1879.
Surgieron dos hombres providenciales: Lord Halifax, anglicano y el lazarista M. Portal, católico.
Se encontraron por vez primera y casual en 1889 en la isla de Madera, y hablaron detenidamente sobre la unión entre la Iglesia de Inglaterra y la romana.
- L. Halifax manifestó al Padre Portal su pensamiento: No encontraba diferencias esenciales, porque, la Iglesia Anglicana se encontraba dirigida por Obispos cuya ordenación y consagración eran válidas, y por consiguiente estaba unida a la jerarquía católica, y únicamente separada por un vínculo canónico.
La oración por la unidad es algo promovido insistentemente por Pío X. Efectivamente en 1909 el Papa aprobó el llamado “Octavario” de oración en favor de la unión de las Iglesias. Este había sido elaborado por M. Spenser Jones, de la Iglesia de Inglaterra y Louis Wattson, de la Episcopal Americana. El Octavario se extendió por toda la Iglesia dad la aprobación pontificia y también por la conversión al catolicismo de su fundador Wattson en 1910.
1.5. Benedicto XV
Este Pontífice, preocupado por la paz en los años de la primera guerra mundial, al tiempo que se constituía en su héroe, trabajaba por la unidad entre los hombres.
En le ecuménico sobresalen dos hechos:
- 1.La creación de una congregación especial para la Iglesia Oriental.
- 2.La fundación del Pontificio Instituto Oriental de Roma.
Con la creación de este instituto, no se pretendía únicamente completar la acción de la congregación para la iglesia oriental. Se pretende sobre todo, encontrar un camino, basado en la ciencia y conocimiento, benévolo y objetivo de los hermanos separados.
A parte de esto, Benedicto XV impulso la oración por la unidad, la santidad de vida y el aprecio de los valores del oriente. Todo ello habla del gran interés ecuménico de este Papa.
1.6. El pontificado de Pío XI
(1922-1939). Junto a León XIII y Benedicto XV, este Pontífice se constituyó en obrero incansable del Ecumenismo cristiano, especialmente en sus primeros años. No desaprovecho las oportunidades para su proyecto unionístico, aunque de ello no dejara nada escrito en documentos oficiales.
Una vez más, la acción ecuménica con este papa tiene doble dirección: hacia el Anglicanismo y hacia el oriente cristiano.
1.6.1. Pío XI y el Anglicanismo
En esta temática son muy conocidas y ponderadas las así llamadas “Conversaciones de Malinas”.
Lord Halifax, ese gran hombre de confesión Luterana que, desde 1894 había trabajado por la unión de católicos y anglicanos, tiene ahora actuación importantísima.
Una vez elegido Pío XI al pontificado, Halifax comunicó al cardenal Mercier las buenas intenciones unionistas del Episcopado Anglicano, especialmente aquellas salidas de una conferencia de Lambeth en 1920. Propuso al Cardenal la realización de una serie de conferencias, análogas a las de 1894 entre representantes de la Iglesia Católica y Anglicana.
De hecho, las conferencias se realizaron en los años 1921, 1922, 1923, 1924, 1925, 1926. Y por el gran aporte ecuménico que tienen nos permitimos analizarlas aunque sea someramente.
En realidad, la idea feliz de trabajar con decidido empeño por la unión de la iglesia había vuelto a nacer en medios anglicanos. En 1920, durante la sexta conferencia de Lambeth los 252 obispos anglicanos aquí reunidos habían concluido en lo siguiente:
- Dirigir a los cristianos del mundo entero una llamada en favor de la unidad.
- Deplorar las divisiones cristianas por ser contrarias al querer de Cristo.
- Reconocían su culpa, o parte de responsabilidad en ello; pero también se sentían llamados por el espíritu santo a trabajar por la unidad visible de toda la iglesia.
El incasable Lord Halifax, con su entrega personal permitió que estos nobles propósitos lleguen a plasmarse en realidades; en efecto hubo de dirigirse al Cardenal Mercier, Arzobispo de Malinas. Acompañado de su amigo el P. Porta se presentaron al Cardenal, del cual recibieron todo su apoyo. Aquí se planteó la conveniencia de realizar una serie de conversaciones entre anglicanos y católicos. Los objetivos los planteó el mismo Cardenal Mercier:
“Nuestro santo padre el papa Pío Xi, pone gran insistencia en llamarnos y esperar de nosotros un trabajo de acercamiento que consista en “esclarecer la atmosfera” como dicen nuestros amigos anglicanos, es decir, en disipar los mal entendidos y en librarse de una y otra parte de los propios prejuicios y restablecer la verdad histórica. Descartar según mejor podamos los obstáculos de la unión; he ahí nuestra tarea. La unión misma será obra de la gracia en la hora que se digne escoger la divina Providencia”.
(Tomado de José Sánchez Vaquero, op. Cit., pág. 85)
1.6.1.1. Las Conferencias de Malinas
Se celebraron cinco conferencias. Asistieron sendas representaciones de Anglicanos Y Católicos que en su mayoría celebraron todas las reuniones. Estuvieron los Anglilcanos Lord Halifax, el Dr. Armitage Robinson, y el Dr. Walter Frere; por su parte los católicos estuvieron representados por el Cardenal Mercier, Monseñor Van Roey y el padre Portal.
Las dos primeras conversaciones se basaron exclusivamente en la llamada de Lambeth y el Memorándum de Halifax que había presentado al Cardenal Mercier. Sin embargo ahí planteadas por ser de tanta trascendencia fueron objeto de serias consideraciones.
En lo referente a la llamada de Lambeth fácilmente admitieron que:
“Cierta diversidad en la unidad es necesaria en materia de disciplina, y que prácticamente esta diversidad es admitida en la iglesia Romana, por ejemplo respecto a las iglesias orientales… Se hizo notar que los disidentes son verdaderamente fieros de conservar sus propios usos: los orientales respecto al occidente y los Anglicanos en relación con Roma”
(Tomado de: Op. Cit., p. 86)
La divergencia apareció cuando se trató la cuestión del Papado. Es decir, cuando se trató sobre la necesidad de un jefe visible para entender la unidad.
A pesar de todo, ambas partes reconocieron la necesidad del Pontífice en la Iglesia de Jesucristo. El cardenal Mercier hizo una larga argumentación al respecto, y con gran claridad mostró la necesidad de una “cabeza” en el cuerpo eclesial. Dice que toda sociedad necesita alguien que sea responsable de ella, que se ocupe de su supervivencia y buen funcionamiento. Si eso sucede la sociedad, debe existir una cabeza visible de la Iglesia, aún sin haber la voluntad manifiesta de Cristo en el evangelio.
Los Anglicanos también creen en el pasado, piensan que es necesaria la existencia del Papa, pero como la conciben los católicos. Según ellos el Pontífice sólo existe de Derecho eclesiástico, es decir, como un desarrollo de la organización de la iglesia; no como instituido por Cristo. Creen sobre todo en el Colegio Episcopal como última instancia. Como se aprecia, el ambiente no parece haber sido tenso, es más bien favorable a los acuerdos intereclesiales.
También se tocó el tema de las ordenes Anglicanas, cuyos resultados son halagadores. Los anglicanos presentes a pesar de no ser la voz oficial del anglicanismo decidieron algo muy interesante: “ocupar su puesto en la única vida de la familia”, es decir, permanecer abiertos a las sugerencias venidas desde Roma sea en cuanto a los ordenados prebísteros, sea en cuanto a los obispos.
El Cardenal Mericer, advirtió que una ordenación “sub conditione” (bajo condición) podría ser requerida y aún considerada como suficiente, y aún podría pensarse en una especie de suplemento como medio de regulación –para que las ordenes anglicanas sean válidas- (recuérdese que sobre ello, conferencias anteriores promovidas por el mismo Halifax habían determinado la nulidad de las ordenaciones anglicanas; ahora aparece un nuevo camino que, el Cardenal Mercier llamó ordenación sub conditione o “suplemento”).
El Memorándum de Halifax fue objeto íntegro de la segunda conversación de Malinas. Aquí se tomó en cuenta la extensión geográfica y numérica del Anglicanismo; se tiene al arzobispado de Caterbury como centro y medio de unión entre ellos, y se piensa que todos están de acuerdo con la conferencia de Lambeth respecto al propósito de buscar la unión de las Iglesias (Obispos, sacerdotes y fieles).
En cuanto a la jurisdicción universal del sumo Pontífice hubo un pequeño inconveniente: los anglicanos creen que ninguna jurisdicción en Inglaterra y, preguntaron si esto se puede armonizar con la Supremacía del Papa donde la jurisdicción de los obispos no sea amenazada. Decían que se ha de reservar al Papa únicamente cuestiones referentes a los intereses generales de la Iglesia universal.
Monseñor Van Roey hizo notar que es necesario distinguir entre el hecho y el derecho: el Papa no puede renunciar a su derecho de jurisdicción ordinaria e inmediata, pero él puede, de hecho restringir el ejercicio de este derecho y no aplicarlo sino a los casos excepcionales y de orden mayor.
El Dr. Robinson reconoce que el Papa no puede renunciar al derecho, y él pensaba que la dificultad práctica quedaría descartada si, de hecho, la intervención sólo se produjera en los casos excepcionales.
El Cardenal Mercier, creía que el Papa admitirá el funcionamiento normal de la autoridad local, sin intervención, admitió el principio de su derecho.
Pero para que este asunto sea más claro, Monseñor Roey propuso esta frase:
“La preeminencia del Papa se manifiesta ya por su intervención, ya por el recurso a él en los asuntos excepcionales y de orden mayor”
(En; Op. Cit., pág. 90)
Siguiendo esta misma línea de pensamiento, el tercer párrafo de memorándum de Halifax decía:
“Dado que una rectificación de lo que se pudiera pensar que falta a las órdenes santas había sido aceptada, en el sentido sugerido en la llamada de Lambeth, deberían considerarse las relaciones que deban existir entre el Arzobispo de Canterbury y la Santa Sede.
Conforme a una precedente de otro tiempo, pesamos que estas relaciones podrían ser determinadas por un acto de reconocimiento como el envió del Pallium. Por él podría regularse la posición del Episcopado anglicano por el arzobispo de Canterbury y de los otros metropolitanos que hubieran recibido el Pallium.
En el futuro en el pasado, los Obispos o Arzobispos nuevamente nombrados, después de haber sido elegidos y consagrados estarán en plena posesión de su jurisdicción como es costumbre desde una lejana época”.
(En: Op. Cit., p. 91)
De llegarse a este arreglo, una vez recibido Pallium el arzobispo de Canterbury, él tendría la facultad de ordenar Obispos en las sedes que tuviera a bien. Es decir, toda la jurisdicción de Inglaterra pertenece al Arzobispo de Canterbury, que a su vez de una forma general estaría bajo el sucesor de Pedro. Consultada a la asamblea si el mencionado arzobispo estaría de acuerdo en recibir esta ordenación “sub conditione” el Dr. Robinson manifestó que, estando arregladas las cuestiones dogmáticas y otras, el arzobispo se resignaría a aceptar tales condiciones.
Pero todo esto, suponía algo ya trillado desde 1894. Por un lado, pedir al Anglicanismo que tire al tacho tres siglos de su tradición eclesial; así como también obligar al Catolicismo a contradecirse en la cuestión de las ordenaciones Anglicanas, porque ahora resultan válidas si se les administra solo un suplemento.
En todo caso, el camino parece avizorarse. Los teólogos han de encontrar el medio que salvaguarde las partes.
Conforme se iba profundizando en la jurisdicción del Arzobispo de Canterbury, el asunto se ponía más candente. Si solamente él gozaba de autoridad directa en Inglaterra, no se puede negar también que en este país el rey elige y nombre los obispos. De modo que el papa en ellos no debía intervenir. En este punto, el Dr. Robinson invocó la historia del siglo X al XII, donde efectivamente el Papa no intervenía. El Cardenal Mercier, preocupado por las cualidades de los candidatos al Episcopado, preguntó por el medio cómo conocer a la idoneidad de los mismos. El mismo Dr. Robinson responde afirmativamente que, el Arzobispo de Canterbury en representación del Papa sería el responsable de ello. Al final, se coincide en que tal propuesta debe merecer el estudio de las autoridades respectivas.
El memorándum terminaba con una petición a Roma, petición que contenía tres puntos:
- El uso de la lengua y del rito inglés.
- La comunión bajo las dos especies.
- La autorización del matrimonio para el clero.
Hubo la propuesta católica de aceptar los dos primeros, y que en cuanto al tercero sería conveniente que: los sacerdotes casados actualmente queden en ese estado, pero que en lo posterior sería muy difícil aceptar el matrimonio para los aspirantes al sacerdocio.
Una vez examinado todo el memorándum, Anglicanos y Católicos redactaron sendos informes que han de ser sometidos a las autoridades respectivas para preparar nuevas conversaciones.
El resultado de la “Segunda Conversación” no halago tanto a las autoridades anglicanas, de modo que para la tercera se tomaron precauciones: El Arzobispo de Canterbury decidió integrar a la delegación anglicana al Dr. Kidd, dignos representantes de la jerarquía.
En efecto, la tercera Católica se sumó Mons. Batiffol y el canónico Hemmer, llamados a estas últimas conversaciones por el Cardenal Mercier. Los dos eran expertos historiadores de los primeros siglos.
A la delegación Católica se sumaron Mons. Battifol y el canónico Hemmer, llamados a estas últimas conversaciones por el cardenal Mercier. Los dos eran expertos historiadores de los primeros siglos.
El tema en cuestión nuevamente fue el “Primado de Pedro” en la Iglesia de Jesucristo. Se dieron interpretaciones de uno y otro lado; al final, una exposición sumaria de parte anglicana decía:
“…Reconocemos que fue a San Pedro, como a jefe o conductor del grupo de los apóstoles, a quién nuestro señor hizo la triple promesa pero nosotros encontramos en el nuevo testamento una razón para creer que las promesas hechas en este lugar fueron completadas por los doce, de suerte que todos constituyen la fundación de la Iglesia, que todos tienen autoridad para ligar y desligar”.
(En: Op. Cit., pág. 94)
Como vemos otra vez, para ellos Pedro no tiene jurisdicción universal y personal en la Iglesia, se habla de una primacía o liderato, pero no de una injerencia universal. Pero estrictamente sólo ejerce un primado entre los apóstoles.
Los católicos en su sumario decían:
“…Nosotros profesamos que los textos del evangelio, especialmente el “Tu eres Pedro” y el “apacienta mis corderos” expresan una prerrogativa de Pedro, fundamento de la Iglesia y principio de su unidad. Concedemos que los acontecimientos de la historia han proyectado sobre estos textos claridades que ponen de manifiesto la significación real.
El concilio Vaticano I define como de fe católica el primado de jurisdicción universal conferido a Pedro, fundamentándose en los dos textos “Tu eres Pedro” y el “apacienta mis ovejas”. El declara que la negación de este primado es contrario al sentido manifiesto de las sagradas escrituras, tal como la iglesia católica lo ha entendido siempre”.
(En: Op. Ci., p. 95)
El concepto de Jurisdicción Universal trajo algunos intercambios verbales. El Dr. Robinson por ejemplo, no acepta que la iglesia de Roma tenga una jurisdicción universal, pero no tuvo dificultad en admitir un liderato espiritual, una súper intendencia general y un deber de procurar el bien general de la Iglesia (no es una simple primacía). El Dr. Gore, mucho más lejano, difícilmente acepta la súper intendencia general y prefería hablar de una responsabilidad espiritual. No se concluye más.
En todo caso, fácil es apreciar una buena voluntad y un trabajo profundo para encontrar la unidad sin embargo, renovaron compromisos para seguir tratando este tema en posteriores conversaciones.
En este largo camino de diálogos, parece no haber intervenido el Papa. No es así, puesto que todo se realizaba con su venia. Por ejemplo, luego de la tercera conversación, el 24 de marzo de 1924 en una alocución Consistorial, manifestaba a los cardenales un decidido reconocimiento a todos los católicos que se han vuelto a los hermanos disidentes y les facilitan el camino de retorno hacia la verdadera fe.
La cuarta conversación se celebró durante los días 19 y 20 de mayo de 1925, con los mismos representantes de la conversación anterior, y con el previo conocimiento de los diversos documentos que iban a ser objeto de diálogo.
El primer día Mons. Van Roey leyó su estudio sobre “El episcopado y el Papado desde el punto de vista teológico”.
En esta exposición empleó la expresión “Poder supremo” para designar una superioridad del Papa sobre el conjunto de la Iglesia. De modo que todo el discurso constituía una manifestación auténtica del catolicismo. El Dr. Gore no estuvo de acuerdo en que: los teólogos católicos proclaman muy correctamente, en los términos, el poder episcopal y su amplio; pero que de hecho este poder queda restringido por la jurisdicción universal del Papa. Pedía coherencia entre palabras y realidades. El cardenal Mercier quiere hacer más viable el diálogo y manifiesta que, en sus dieciocho años de administración Episcopal en Malinas, nunca se produjo una intervención papal.
En algún momento se topó el tema de la infalibilidad del Papa, dogma que había sido proclamado en 1870. Mons. Roey había dicho que “sus actos llevan consigo el valor que pertenece a los actos del valor supremo”. A la pregunta de, cuándo se conoce que una verdad es de fe, él, Mons. Respondía:
“Se conoce que el Papa “usa” de su poder de definir infaliblemente cuando:
- 1.Actúa como Pastor y Doctor de la Iglesia Universal.
- 2.Quiere hacer uso de la plenitud de su poder y lo dice o da a entender.
- 3.Enseña una doctrina de fe o costumbres, como perteneciente a la revelación divina
- 4.La impone como obligatoria a todas”
(En Op. Cip., p. 98)
El Dr. Gore expreso que si bien es cierto que en la Iglesia de Roma ha habido muchos desarrollos providenciales, también los ha habido en las Iglesias Ortodoxas y Anglicanas. Dijo que en algunas cosas estas Iglesias disidentes se han mantenido fieles al Cristianismo primitivo y que están muy de acuerdo con los sentimientos modernos de democracia y criticidad mientras que en Roma los ha eliminado.
Después de varias deliberaciones, los Anglicanos reconocieron el bien significado el Papa en beneficio de la Iglesia universal, y que jamás se puede hablar en él de intereses particulares. Por consiguiente es conveniente mantener y justificar el Papado. Algo llamaba la atención con mayor insistencia:
En caso de ser admitida la unidad, se daría a los Anglicanos la libertad de no adherirse expresamente a los dogmas que habían sido definidos sin su concurso. Monseñor Battifol aducía que para la Iglesia Católica, la Iglesia Anglicana presenta una dificultad doctrinal seria, “porque entre los anglicanos hay una libertad de creencia que Roma juzga excesiva”
(En Op. Cit. P. 100)
Nuevamente la dogmática trae problemas al movimiento ecuménico; sin embargo esta vez las cosas no quedaron ahí. Ambas partes recogieron por escrito los procesos verbales llevados a cabo y no abandonaron la idea de seguir en las conversaciones.
La quinta conversación de Malinas se celebró el 11 y 12 de octubre de 1926. Para esta fecha habían fallecido dos grandes obreros del ecumenismo: el P. Portal y el Cardenal Mercier.
La representación católica estuvo conformada por Monseñor Van Roey, Monseñor Battifol y el Canónico Hemmer. Estuvieron los anglicanos Lord Halifax, el Dr. Frere.
Solamente se dedicaron a liquidar con los temas tratados. Se elaboró una gran recapitulación de lo expuesto desde 1921 hasta 1925 bajo la presidencia del Cardenal Mercier. Con ello prepararon un texto para la publicación.
El contenido final de este documento es riquísimo, y lo importante es que, los asuntos tratados no son puestos como indiscutibles. Se tiene la idea de “haber encontrado el camino”, pero se espera que en el futuro próximo los pequeños grandes inconvenientes se disuelvan en favor de la unidad. Se muestra un párrafo de la declaración final:
“Las conversaciones de Malinas han dado a todos sus participantes la impresión que, a medida del entendimiento progresivo y acuerdo doctrinal, el acoplamiento del régimen disciplinar, aunque pueda parecer delicado, sería organizado de modo satisfactorio Los anglicanos están dispuestos a hacer sacrificios por la unión. Los católicos desean facilitar a cuantos vienen a ellos la costumbre de gobernar sus propios asuntos en todo lo que no lleve consigo amenaza a la unidad”.
(En Op. Cit., p. 103)
1.6.2. Pío XI y las Iglesias Orientales
Este pontífice trabajó de forma directa por la unidad de la Iglesia latina y oriental. Con los anglicanos había actuado a través del Cardenal Mercier pero con Oriente puso todo su interés personal.
Inicio con ellos un método que podría llamarse “Psicológico”, es decir, que antes de emprender directamente en acciones ecuménicas es necesario crear un ambiente favorable a la comprensión y el amor mutuo; en otras palabras, es necesaria una reconciliación espiritual de espíritus y corazones para pensar en un acercamiento eclesial. Por lo mismo, de realizarse esto, desaparecerá todo tinte nacionalista en la Iglesia; después de todo la Iglesia es católica, y no latina, griega o esclava.
Una prueba del método Psicologista es la encíclica Eclesiam Dei publicada en 1923 al conmemorarse el tercer centenario del martirio de San Josafat de Ucrania.
Un párrafo de aquella Encíclica no muestra cómo pensaba Pío XI, sabiendo que en gran parte la división Oriente-Occidente se debe a los usos y costumbres (ritos).
“…Sobre este punto, los orientales disidentes tienen la obligación de abandonar sus antiguos perjuicios para intentar conocer la verdadera vida de la Iglesia, de no imputar a la Iglesia romana los errores que ella condena y se esfuerza por remediar.
Los latinos, por su parte, deben adquirir nociones más completas y más profundas sobre los usos y costumbres de oriente; San Josafat tenía de ellos un conocimiento perfecto, y este fue el motivo de que su apostolado fuera tan fecundo”.
(En Op. Cit., p. 105)
En 1924, a comienzos de año decide encaminar el Ecumenismo por una vía muy interesante: el monarquismo. Monarquismo que tuvo su origen en Oriente y que tanta honra dieron al occidental San Benito. El Pontífice creía que los benedictos poseían muchos valores favorables en la unión tan deseada, como: elementos comunes de tradición nomástica, monjes consagrados al estudio recíproco, la convivencia de monjes orientales y occidentales, etc.
Este Ecumenismo de Pío XI por vía nomástica, en su método, es el mismo que ha quedado trazado en la famosa frase: “estudiarse para conocerse –conocerse para amarse- amarse para unirse”.
Creyó tenazmente en el estudio para la unión, y por ello era un obsesionado en realizar y estimular congresos, simposios, semanas de estudio referentes a temas orientales. Tal fue su preocupación por el estudio que en 1928 dedicó toda una encíclica a ello; el fin era impulsar más y más los estudios. Se trata de la encíclica Rerum Orientalum en donde también se habla de las características que debe tener el estudio del Oriente cristiano.
En la misma encíclica hace oficial la fundación del “Instituto Oriental”, precisa el objeto de su creación: el estudio para el Ecumenismo con Oriente. El Papa parece decir; la ignorancia y los perjuicios impiden la unidad de la Iglesia.
1.7. El Pontificado de Pío XII
Con Pío XII el ecumenismo católico continúa haciendo progresos. Dos hechos van a dirigir el ecumenismo de este Papa:
- La creación del Consejo Ecuménico de la Iglesias CEI.
- La crisis de la segunda guerra mundial
Así como la primera guerra mundial llevó al Papa Benedicto XV a trabajar insistentemente por la paz y unidad del mundo; los tremendos estragos de la segunda comprometieron la atención de Pío XII. Trabajó por la unidad para la paz. En realidad la labor de éste Pontífice en lo referente al Ecumenismo parecía atenuarse por la potencia de los hechos bélicos. Pero, la verdad es que promovió un intenso plan de trabajo cuya realización la continúo Juan XXIII.
Efectivamente, trabajó por una renovación de la Iglesia en lo bíblico, litúrgico, en las relaciones internacionales, a los derechos humanos, la libertad, la fraternidad universal, la ayuda a los desheredados, en el sentido de servicio de todas las profesiones, etc.
Sobre el tema del Ecumenismo, este Papa dedicó al menos cinco encíclicas; todas ellas hablan del amor por los hermanos separados y piden al Padre en la oración por su retorno. Las encíclicas son: Summi Pontificatus 1939; Mystici Corporis Christi, 1943; Orientales ecclesiae decus; Orientales omnes Ecclesiae, 1945 y Orientales Ecclesiae, 1952.
Frente al movimiento ecuménico no católico, el Pontificado de Pío XII registra un momento de importancia: el año 1949-1950. Especialmente por la celebración de dos acontecimientos: La asamblea general de Ámsterdam de 1948 con la creación del Consejo Ecuménico de las Iglesias CEI, y publicación de la instrucción Ecclesia Catholica, del 20 de diciembre de 1949, que apareció al público el primero de marzo de 1950.
Es de gran significación este momento porque, con la creación del CEI, queda organizado el gran instrumento de diálogo, que será el autorizado interlocutor que la Iglesia Católica necesitaba; y con el segundo, la Iglesia Católica Romana define inicialmente su postura de correspondiente interlocutora.
Sobre el CEI ya hemos hablado anteriormente.
De la instrucción Ecclesia Catholica, dice la tan acreditada revista ecuménica “Irenikon” que:
“…Observamos en ella que los obispos son positivamente animados a promover y a dirigir en sus diócesis, siguiendo las normas de la prudencia, las reuniones que favorecen los contactos útiles entre católicos y hermanos separados. Si han de informar anualmente a la Santa sede sobre lo que se haya hecho acerca de esto en su territorio se da, junto a este movimiento centrípeto, un movimiento centrifugo que empuja a la acción personal, variable según los casos”.
(En: Op. Cit. P. 111)
En cuanto al método a seguirse, es competencia del Obispo prescribir que se debe hacer y qué evita. Tampoco con ello se ha de fomentar el indiferentismo religioso; por lo que es necesario que sacerdotes y obispos continúen presentando íntegramente la doctrina católica. Así mismo, manda que las reuniones y conferencias intereclesiales deban esta presididas por la jerarquía. La jerarquía tiene una función rectora…
Por lo tanto, aunque el ecumenismo católico iniciara su camino relativamente tarde, lo hacía con toda su fuerza y lozanía, al poner como fin de un concilio a la unidad de la Iglesia de Jesucristo. Dos textos específicos en la redacción final de los documentos conciliares nos hablan al respecto. El más importante es el decreto sobre el Ecumenismo: “Unitarias Redingratorio”, y la declaración sobre la libertad religiosa “Dignitatis humanae”.
El texto sobre el Ecumenismo desde la entrada a adopta un tono claramente ecuménico (propósito de unidad en base a la caridad):
“…Única es la iglesia fundada por Cristo Señor (aun cuando son muchas las comuniones cristianas separadas)… Que siguen distintos caminos, como si Cristo mismo estuviera dividido… División que abiertamente repugna a la voluntad de Cristo y es piedra de escándalo para la causa de la difusión del evangelio”
(U.R. n. 1)
La unidad se entendida a partir de una confesión de fe trinitaria que se expresa de la siguiente manera: El hijo único del Padre oró por la unidad de los suyos; la eucaristía es el sacramento por medio del cual se manifiesta visiblemente la unidad de los creyentes. Y a éstos que recibieron el mandamiento del amor mutuo, Cristo les prometió el Espíritu Santo para que permaneciese eternamente con ellos.
Luego pasa a señalar el carácter apostólico de la Iglesia. La apostolicidad no consiste solamente en que sus actuales pastores son sucesores de los primeros apóstoles, sino también en que la constitución actual de la Iglesia mantiene la jerarquía establecida por Cristo, que designó a Pedro como la piedra a partir de la cual edificaría su Iglesia (U.R. n. 2)
Posteriormente, vienen declaraciones en contra de la intolerancia del pasado. Se reconoce a los miembros de las otras confesiones como “cristianos”, y además son reconocidos como “hermanos” en el señor por los hijos de la Iglesia Católica. (U.R. n. 3) Tampoco se llama “error” contundente a las otras confesiones en orden al ministerio de salvación. Simplemente se habla de “hermanos separados”, con una intencionalidad conciliadora. Sin embargo, esto no hace que se presente a la doctrina católica con menos cabo.
“Los hermanos separados, sin embargo, ya particularmente, ya sus comunidades y sus Iglesias, no gozan de aquella unidad que Cristo quiso dar a los que regeneró y convivificó en cuerpo y en la vida nueva y que manifiestan la Sagrada Escritura y la tradición venerada de la Iglesia. Solamente por medio de la Iglesia de Cristo, que es auxilio general de la salvación, puede conseguirse la plenitud total de los medios salvíficos. Creemos que el señor entregó todos los bienes del Nuevo Testamento a un solo Colegio Apostólico, a saber: al que preside Pedro, para constituir un solo cuerpo en la tierra al que tienen que incorporarse totalmente todos los que de alguna manera pertenecer ya al pueblo de Dios. Pueblo que durante su peregrinación por la tierra, aunque permanezca sujeto al pecado, crece en Cristo y es conducido suavemente por Dios, según sus inescrutables designios, hasta que arribe gozoso a la total plenitud de la gloria eterna en la Jerusalén Celestial”. (U.R. n. 3)
Leyendo con detenimiento estas palabras, podemos darnos cuenta de algo: Que las Iglesias disidentes no disponen de la unidad dad por Cristo; por lo mismo no son verdaderas Iglesias, son sectas. Sólo la institución que tiene la custodia del “depositum fidei”
Cierto tipo de Iglesias evangélicas totalmente fundamentalistas y conservadoras, venidas de EUA durante los últimos 70 años, no con un afán misionero sino político exclusivamente.
Temas preferidos en este último tipo de Iglesias son aquellos claramente conservadores y hasta reaccionarios como: el nacimiento virginal de Jesucristo, la existencia del cielo y del infierno, la segunda venida de Jesús, la inspiración literal y la autoridad decisiva de la Biblia. Se declaran abiertamente anticomunistas, especialmente en cuanto a justicia social y por tanto son anticatólicos en el estricto sentido de la palabra. Por lo mismo no solamente comparten la doctrina del “destino manifiesto”; sino que laboran por su implantación.
En cuanto al ecumenismo, no participaban de él, aunque forman parte de organismos internacionales como CONELA (Confraternidad Evangélica Latinoamericana), u otros movimientos, siempre están en desacuerdo con lo que hace el Concejo mundial de las Iglesias, por ejemplo. (Verbigracia la Iglesia del Verbo Divino). En fin estos son los factores de división del cuerpo de Cristo y el Pueblo de Dios, cuya barrera para la unidad es precisamente el aburguesamiento.
Estas sectas (Sólo a este último tipo de cristianos los podemos llamar estrictamente así), pretenden conformar grupos separados y especiales donde se viva únicamente para el “otro mundo”. Insisten en la importancia de la espiritualidad, del mundo de arriba y de la “llegada del Reino” de suerte que no se interesan por los problemas mundanos. Ante la urgente necesidad económica del pueblo se presentan regalando ropa o dinero (proselitismo) solamente para que otros también lleguen a conformar el círculo de los privilegiados. Cuando hay revueltas sociales y políticas, fácilmente se introducen para apasiguarlas, para mantener el orden entre comillas. Ejemplo: en Nicaragua, luego del triunfo sandinista y el derrocamiento de predicadores yanquis que anunciaban la inminencia de la segunda venida de Cristo.
Por último, constatamos la presencia de otro tipo de Iglesia Cristiana en América latina. Las Iglesias Pentecostales, que constituye la denominación evangélica más numerosa. Constituyen la expresión del movimiento carismático entre las Iglesias herederas de la Reforma del siglo XVI. Exactamente no sabemos cuándo aparecen en América, pero cuando surgen mayoritariamente en Chile (Viña del Mar) a finales del siglo pasado y comienzos del presente lo hace simultáneamente en E.U.A. en India, etc. Por lo general su fe se basa en vivir la experiencia del Espíritu junto con sus colegas hasta en forma demasiado solidaria, lo cual hace que haciendan de posición económica rápidamente.
En lo ecuménico no les interesa la unión con los demás, aunque en programas de servicio social y promoción humana si colaboran, en lo dogmático o doctrinal son sumamente cerrados.
Debemos decir que la mayor parte de las iglesias evangélicas de América Latina aún no pertenecen al Movimiento Ecuménico. Son muy pocas las que han decidido trabajar por la unidad de los cristianos. El hecho de pensar que la mayoría de la población es católico romana les hace tener miedo que dialogando con ella van a perder sus fieles.
En torno a estos y otros factores de desunión en nuestra América, se han planteado dos intentos de unidad.
Los instrumentos para la unidad en Latinoamérica
Tomado de: Santa Ana de, Julio, Op. Cit., p. 301-305.
“Primero... las propuestas de evangelización y acción pastoral definidas por los obispos en las conferencias de Pueblo. Del documento final de las mismas hay dos puntos que son importantes. Por un lado en la tercera parte del informe final de quienes se aprovechan del trabajo y del esfuerzo latinoamericano. Son los defensores del “destino manifiesto” del pueblo norteamericano, los propagadores de la “religión civil”, que pretende mantener cautivo al evangelio de Jesucristo. No obstante estas críticas, el CLAI mantiene sus posiciones ecuménicas, sus opciones latinoamericanas y su definición en favor de los sectores populares. Una vez más es imposible percibir que la militancia por la unidad de los cristianos no puede separarse de la marcha en favor de la unidad del pueblo de Dios”.